Inmigrar desde Honduras, El Salvador, o Guatemala a los Estados Unidos no es una decisión fácil o feliz; es una decisión dolorosa y difícil en la que se deja atrás familia, cultura, violencia, peligro, cariño, y miedo en busca del “sueño americano” que promete una vida mejor para la persona tal vez algún día, con suerte, para su familia también. La inmigración centroamericana a los Estados Unidos sube y baja proporcionalmente al nivel de violencia e inseguridad que existe en estos países. De hecho, un estudio encontró que, en esta región, por cada incremento de diez homicidios, seis menores de edad adicionales inmigran a los Estados Unidos. Por esta razón llega como sorpresa que tras una disminución en el nivel de violencia la región el presidente estadounidense, Donald Trump, haya declarado que va a cancelar 500 millones de dólares de ayuda financiera a estos tres países. Declarando que no está ‘jugando‘, Trump afirma que Guatemala, El Salvador y Honduras no han podido parar la inmigración ilegal a los Estados Unidos y por ende no merecen esta ayuda. Lo curioso es que desde el año 2016, el número de salvadoreños cruzando la frontera a los Estados Unidos se ha reducido a la mitad, bajando de 72,000 personas en el 2016 a 32,000 en el 2018.
Fuente: Jose Cabezas, PBS News Hour.
El gobierno estadounidense ha contribuido millones de dólares desde el 2015 bajo la iniciativa ‘Alianza para la prosperidad’ (Alliance for Prosperity) de la administración de Obama. El programa, reporta el Washington Times, ha ayudado a estabilizar la región a través de contribuciones a programas que “entrenan personal de seguridad, proveen trabajos para juventud en riesgo, aumentan recaudación de impuestos, y una variedad de otros proyectos”. La mayoría de estos proyectos tenían como su objetivo ‘prevenir [que continúe la] migración’ a los Estados Unidos. Estos programas le han dado oportunidades a gente que había sido deportada recientemente con el fin de prevenir futuros intentos a inmigrar, y han sido especialmente exitosos en El Salvador, donde el nivel de violencia y crimen han bajado drásticamente en los últimos años (a pesar de haber subido por primera vez durante el mes de Abril del 2019 a causa de violencia entre pandillas). En el 2015 y el 2017 en El Salvador, la Agencia del Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (USAID) reporta, hubo una disminución de un 42% de homicidios a través del país, y una disminución de un 61% en municipalidades en las que opera USAID. Dado el éxito de la Alianza para la prosperidad en El Salvador (en Honduras y Guatemala la iniciativa a tenido menos éxito, aunque igual a ayudado a bajar niveles de homicidio y violencia), es difícil entender el razonamiento tras la decisión del presidente Trump de terminar esta ayuda financiera.
El gobierno salvadoreño está tratando de tomar sus propias medidas para mitigar el impacto de la furia de Trump. La Asamblea Legislativa está en medio del proceso de pasar una reforma que protegerá inmigrantes deportados ya que las cifras de deportaciones de los Estados Unidos continúan subiendo— este año han deportado casi 14% mas salvadoreños que durante este mismo periodo el año pasado.
Fuente: Stringer, The Guardian.
Trump parece estar enfadado por las caravanas de inmigrantes centroamericanos que llegan al borde entre México y los Estados Unidos, y ha presionado a Méjico a ‘frenar los crecientes flujos a su país‘. El presidente ha dicho que si Méjico no controla la situación, cerrará pedazos de la frontera. Es por esto por lo que el gobierno de López Obrador repatrió casi 12.000 personas en las tres primeras semanas de abril— unas 3,000 personas más que las que se repatriaron durante todo el mes de abril del 2018. Desafortunadamente, se reporta que un tercio de estos inmigrantes son menores de edad. Historias de adolescentes que dejan atrás su familia y de pánico ‘después de que cientos fueron detenidos en una redada‘ se vuelven cada vez más comunes. La violencia del gobierno mejicano es táctica y traumática— un campesino hondureño que viajaba con su nieto hace algunas semanas cuenta que las autoridades ‘esperaron hasta que estuvimos durmiendo y cayeron sobre nosotros, agarrando niños y mujeres’. De una caravana de aproximadamente 3.000 inmigrantes, cientos de fueron detenidos esa noche, y cientos más tuvieron que escapar a los peligrosos bosques que rodean el área. Al día siguiente se veían coches de bebés abandonados por las calles.